martes, 29 de septiembre de 2015

Cómo desarrollar el atruismo

Ayudar a los demás sin esperar recibir nada a cambio aporta muchos más beneficios de lo que creemos. Para empezar, ser altruista mejora nuestra confianza, nuestra felicidad y nuestro optimismo. Esto sucede porque los actos generosos pueden generar una cadena de acciones similares y contribuir a una sociedad más positiva. Además, promueve cambios fisiológicos en el cerebro que nos conducen a ser más felices: esto es, al ayudar a otros también estamos activando nuestro cuerpo a nivel físico, por lo que nos ayuda a olvidarnos de nuestros problemas y a tener una autoestima más alta gracias a estas actividades que implican una relación con los demás. Esto último también conlleva una mejor integración social y una inmejorable ayuda contra la soledad y el aislamiento. Tener conocimiento de que hay personas que se encuentran en situaciones mucho peores que las nuestras nos hace tomar perspectiva de la vida y verla con más optimismo, lo que de nuevo redunda en nuestra felicidad. Los beneficios físicos de un comportamiento altruista pasan por la disminución de los sentimientos y sensaciones negativas como la ira o la agresividad, así como la reducción del estrés y por tanto, también fortalecemos nuestro sistema inmune consiguiendo que vivamos más. El altruismo implica realizar algo en beneficio de otra persona sin obtener nada a cambio, incluso si conlleva un riesgo para nosotros. Aunque muchos piensan que el ser humano tiende a ser egoísta, las investigaciones muestran que la mayoría de las personas prefieren cooperar antes que competir o enfrentarse a los demás y que incluso los niños de muy pocos años pueden tender a ayudar a los demás como consecuencia de una preocupación real por el bienestar de la otra persona. Al fin y al cabo, la cooperación y ayuda mutua favorece la supervivencia de nuestra especie. Investigaciones realizadas por neurocientíficos han mostrado que el comportamiento altruista hace que se activen áreas del cerebro relacionadas con el placer y la recompensa. Es decir, se trata de un comportamiento gratificante en sí mismo. Esto no significa que no seamos también egoístas. De hecho, tenemos tendencia a actuar tanto de modo egoísta como altruista. En realidad son dos caras de la misma moneda, ya que un egoísmo sano también es necesario y beneficioso, pero si nos dejamos llevar en exceso por el comportamiento egoísta puede venir bien empezar a proponernos un cambio. Estas son algunas sugerencias con las que podemos estimular nuestra tendencia altruista e impedir que se acabe “oxidando” con los golpes y dificultades de la vida. 1. Siéntete parte de la humanidad. El hecho de sentirnos conectados al resto de las personas nos hace ser más altruistas. Piensa en ti como un miembro de este inmenso grupo llamado especie humana y ten presentes en tu mente expresiones como “unidad”, “objetivos comunes”, “esfuerzo conjunto” y otras expresiones que te recuerden la unidad universal de todas las personas. 2. Trata a los demás como individuos, no como parte de un colectivo. Si ves a los demás como parte de un colectivo o te dejas llevar por estereotipos tendrás menos probabilidades de ser altruista. Es preferible ver a los otros como individuos independientes, con su propio modo de ser, pensar y comportarse. Del mismo modo, para conseguir ayuda de los demás, implícalos personalmente. Por ejemplo, en vez de pedir ayuda a nivel general a una muchedumbre, dirígete a una persona concreta para pedirle que te ayude. 3. Considera a todo los seres humanos como “los tuyos”. Piensa que todas las personas pertenecen a “tu grupo” porque todos sois seres humanos en vez de pensar que los tuyos son sólo los de tu propia comunidad, raza o nivel cultural. Si te resulta difícil, trata de buscar alguna similitud con ellos, aunque sólo sea porque os gusta el mismo cantante o deporte. 4. Siente agradecimiento. Las personas agradecidas son más generosas, posiblemente porque son más conscientes de lo que reciben y les gusta dar algo a cambio. A lo largo del día pueden pasarte cosas buenas, aunque sean pequeñas; siéntete agradecido por ellas en vez de ignorarlas o darlas por sentado como si tuviera que ser así. Esta actitud te ayudará también a sentirte más alegre a nivel general porque reconoces las cosas que te da la vida, por pequeñas que sean. 5. Genera sentimientos positivos. Las personas felices, que animan a otras personas y les hacen sentir bien, hacen que los demás sean más altruistas y son más altruistas ellas también. En general, los sentimientos positivos te conducen a sentirte bien y eso te hace más generoso y altruista. Por lo general, todos experimentamos sentimientos de amabilidad, generosidad, felicidad y serenidad; pero a menudo estos sentimientos duran poco y son sustituidos por otros más negativos como la ira, envidia, ansiedad o frustración. Por tanto, es importante aprender a cultivar este tipo de sentimientos y pensamientos positivos, traerlos a nuestra mente con frecuencia y hacer que se queden con nosotros el mayor tiempo posible. Conforme repitas esto a lo largo del tiempo, irás haciendo crecer las áreas de tu cerebro relacionadas con la generación de este tipo de emociones positivas y las experimentarás con más frecuencia de un modo natural, según han mostrados las investigaciones realizadas por los neurocientíficos. Para practicar puedes, por ejemplo, imaginar a alguien a quien quieras (o un bebé o cachorro que te inspire cariño) y experimentar sentimientos positivos de amor, compasión, altruismo, amabilidad, etc. Una vez que hayas generado estos sentimientos haz que toda tu mente se llene de ellos y mantenlos presentes en tu mente. 6. Cuidado con la sensación de superioridad. Cuando las personas se sienten superiores a los demás se vuelven menos altruistas. Tal vez este es el motivo por el que las personas más ricas entregan un porcentaje más bajo de sus ingresos para ayudar a otros. Si eres consciente de que esto puede pasarte, te será más fácil controlarlo.