martes, 7 de abril de 2015

El sentido de la Semana Santa actual

Partiendo de la evidencia de que la Semana Santa surgió en un momento en el que la iglesia católica ejercía un control absoluto ante el poder político y militar y en medio de una ciudadanía poco formada para quien el culto iconoclasta a las figuras de los pasos que, de forma localista, se paseaban a hombros por las iglesias, calles y plazas de todas las poblaciones, bajo la advocación de supuestos casos milagreros que, poco a poco, arraigaron en un pueblo fetichista a quien la idea de fe impuesta desde la infancia no le permitía cuestionarse el sentido de todo aquello, hasta que la tradición, cada vez con más fuerza y seguimiento, recién entrada la primavera, sigue permitiéndonos vacaciones, a pesar del sentido aconfesional del Estado, gobierne quien gobierne, reflexionemos sobre el sentido que tiene en la actualidad. Cada uno vemos desde nuestra perspectiva cuanta circunstancia pasa ante nuestros ojos, en la mayoría de los casos aceptándola y en menos rebelándonos; y esto último hasta con cierta reserva. Este de la Semana Santa es un caso similar, porque la Iglesia se encuentra encantada con que se paseen los pasos, aumenten las cofradías y acuda la gente; no sólo a los actos litúrgicos, sino a ver las maravillas arquitectónicas de algunas basílicas, iglesias, conventos, abadías y cuanto espacio se ha convertido en monumento con acceso restringido previo pago. El poder se sirve del escaparate de las procesiones para desfilar detrás de la imagen de más renombre, que coincide con la más vista. La enseña nacional va pareja a estos actos y preside, no sólo los edificios estatales y autonómicos, sino los estandartes de las procesiones recibidas por el pueblo al son del himno nacional y en algunos casos con canciones militares. La Guardia Civil, la Policía Nacional y el Ejército custodian ciertos pasos con quienes sus cúpulas están más identificados. Estas cúpulas, junto con la clase dirigente de muchas ciudades provincianas, son componentes de cofradías cuyos miembros, a modo de clan cerrado, se conocen, tratan y ayudan con favores privilegiados al coincidir su fe con su ideología política y su estatus social. De este modo resulta incongruente ver cómo en muchas de estas ciudades se invierte en el arreglo de subidas a santuarios, iluminación, puertas, ventanas, verjas, estandartes, publicaciones y publicidad mientras las zonas comerciales se deterioran y los crecientes parados no tienen más opción que aceptar la ayuda recibida bajo el patrocinio de instituciones relacionadas con la iglesia, pero con dinero público de una corporación próxima a los cánones católicos. Para la gente mayor, que es quien mayoritariamente asiste a los cultos la Semana Santa, es tradición, fe, reunión familiar y asistencia a cuantos actos se celebran estos días sin más fin que una rutina que llena sus horas. Para los maduros es motivo de salida a playas, montañas, casas rurales o esa España interior cargada de tradiciones procesionales, que fotografían sin parar sin más sentido que verlas después con sus amistades alrededor de un ágape de fin de semana. Para la juventud diremos que hay dos tipos de vivencias: la del no creyente, que bien en su ciudad o solo porque sus padres se van, estudia por la mañana y se divierte tarde y noche aprovechando que está de vacaciones y la de un sector, en pleno crecimiento, que lleva al más rancio radicalismo una tradición que cada vez más se va pareciendo a la de la España del nacionalcatolicismo de los sesenta. Las oficinas de turismo refuerzan sus plantillas, los hoteles ocupan sus plazas, los comerciantes aumentan con sus horarios las ventas y el Estado sus ingresos con el combustible de los millones de vehículos que se mueven por toda la geografía. Con este cúmulo de intereses no es posible que la Iglesia sea independiente y que se nutra de los ingresos de los creyentes, porque todos nos movemos siempre por los mismos objetivos: la comodidad y el dinero, aunque, no queriendo caer en el radicalismo, es cierto que la excepción la marcan quienes la sienten de verdad y ese sector del sacerdocio que, contrario al escaparate, se esfuerza en proclamar lo que implica a la vez que anima a que se viva, de verdad, la fe a lo largo del año. Lamentablemente suele haber víctimas en los millones de desplazamientos. ¡Para sus familiares es el verdadero duelo de la Semana Santa!

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