viernes, 20 de febrero de 2015

Diferencias entre nerviosismo e hiperactividad infantil

Diferencias entre nerviosismo e hiperactividad infantil Muchas son las familias que en algún momento de la infancia de sus hijos se preguntan: ¿es nervioso o tendrá hiperactividad? También, cada vez más, el profesorado insiste a los padres para que realicen una consulta con un especialista, ya que observan que, entre otras conductas, el niño es muy «movido», se desmotiva rápidamente y le cuesta prestar atención. En el caso de los niños inquietos o nerviosos no siempre resulta fácil la distinción entre un estado de nerviosismo como tal, un cierto grado de hiperactividad normal y un niño con un trastorno constituido de desatención e hiperactividad, denominado Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). La confusión en la vida diaria entre nerviosismo y TDAH viene dada por la similitud de ciertas conductas que pueden presentar algunos niños durante la infancia, entre las que cabe destacar el exceso de movimiento, la irritabilidad, la desatención, los trastornos del sueño y el llanto frecuente. Ante estas conductas muchos padres y profesores se preguntan si su hijo o su alumno tendrá TDAH. Pero lo cierto es que muchos niños pueden mostrarse nerviosos, ser inquietos o portarse mal sin que esto quiera decir que tienen TDAH. Si los padres lo observan más pro¬fundamente, pueden encontrar una causa probable del nerviosismo de su hijo: cambios de ambiente, problemas en sus relaciones, celos, temores, cansancio por alteraciones en el sueño... O quizás, simplemente, puede tratarse de un niño más inquieto dentro de una variable normal del desarrollo. Por todo ello es importante observar detenidamente su día a día. Por otra parte, si un niño presenta solamente en un determinado entorno algunas de las conductas antes citadas, por ejemplo en casa o en el colegio, es muy probable que no padezca TDAH: habrá que averiguar, entonces, si está viviendo algún problema o preocupación en uno u otro ámbito. Otro factor que debe tenerse en cuenta para pensar en un posible TDAH es el momento de aparición de dichas conductas. Mientras que un niño sin TDAH puede pasar a un estado de nerviosismo de forma rápida o de forma gradual, en los niños con TDAH la aparición de muchos síntomas se ha detectado ya en la primera infancia: muchos padres de niños con diagnóstico de TDAH confirman que sus hijos han sido bebés irritables, llorones, con trastornos del sueño... Hay madres que los recuerdan muy inquietos incluso durante el embarazo. Considerando que, dentro de las variables normales del desarrollo, hay niños más nerviosos, si los padres observan, no obstante, que el estado de nerviosismo del niño se prolonga e influye negativamente en su vida diaria, es el momento de acudir a la consulta de un psicólogo. El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad es el trastorno neurobiológico más frecuente en la infancia. Se estima que lo padece el 5% de la población infanto-juvenil. Es un síndrome caracterizado por la desatención, la hiperactividad y la impulsividad, aunque no siempre tienen que estar presentes conjuntamente, pues¬to que existen distintos subtipos. Se trata de un trastorno crónico que puede cambiar sus manifestaciones desde la infancia hasta la edad adulta e interfiere en muchas áreas del funcionamiento normal. El TDAH suele diagnosticarse en los primeros años de la enseñanza primaria, y es fundamental que sean los profesionales médicos (neuropediatra o psiquiatra infantil) los que realicen un diagnóstico precoz y definitivo. Durante el proceso, serán necesarias entrevistas con los padres y con el niño y análisis de la información de los profesores, así como exámenes físicos y pruebas complementarias para descartar otros problemas. Entre los criterios diagnósticos, se pueden contemplar algunas conductas relacionadas directamente con las dificultades atencionales: la falta de atención suficiente a los detalles, las dificultades para mantener la atención en tareas o actividades lúdicas, la falta de concentración en ta¬reas escolares (que a menudo quedan inacabadas), el rechazo de tareas que exijan esfuerzo cognitivo y el extravío frecuente de objetos. En el criterio diagnóstico para la hiperactividad-impulsividad se contemplan, entre otras conductas, el movimiento excesivo de manos y pies, la dificultad para permanecer en el asiento durante un rato, la necesidad imperiosa de correr o saltar en situaciones inapropiadas, la dificultad para jugar tranquilamente, hablar en exceso, la emisión de respuestas antes de haber terminado de oír la pregunta, la dificultad para esperar turno y la irrupción en las actividades de otros niños. Para establecer como diagnóstico el TDAH deben cumplirse, al menos, seis síntomas de cada criterio. Esos síntomas deben estar presentes, como mínimo, durante seis meses, y manifestarse en más de un en¬torno. Además, algunos de los síntomas deben haber aparecido antes de los 7 años de edad. El tratamiento adecuado del TDAH debe abordarse, de forma coordinada, desde distintos campos terapéuticos: farmacológico (con la prescripción de un neurólogo o un psiquiatra), psicológico y psicopedagógico; teniendo siempre presente que ninguno de ellos es único ni puede sustituir a los demás.

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