lunes, 4 de agosto de 2014

Sobre la preparación del hombre

Hablemos de situar al ser humano dentro de una sociedad democrática, plural, tolerante y solidaria en la que toma un papel activo basado en una militancia comprometida. Decimos que está inmerso en un orden que le incluye en relación con la naturaleza que le rodea y con los demás, pero nada de esto es posible si no recabamos en el individuo, apreciamos sus características y potenciamos sus valores. Forjando cada eslabón construiremos la cadena humana que amarre el buen sentido, una a todos y los considere elementos básicos de un ente universal llamado sociedad, con vitalidad y energía para abarcarlo todo y con la delicadeza suficiente como para no dañar lo que hay a su alrededor mientras se agita ni para producir roces con la energía diaria desplegada. En este sentido consideramos al hombre como ser superior, que dispone de un lenguaje para expresarse y de un intelecto para escuchar y aprender dentro de un diálogo permanente por medio de unas pautas que le conduzcan a unos acuerdos, con una moral determinada y una formación específica como para estar abierto a cambios de cualquier tipo. Esto lo consigue por medio del trabajo, característica específica del hombre, que le diferencia de otros seres, ya que sólo él tiene la capacidad de actuar y obrar conscientemente gracias a su facultad de elegir y determinar las finalidades y consecuencias de sus actos. De este modo decimos que cuando el hombre se da cuenta de lo que hace, este hecho toma un valor al hacerlo propio y, en ese momento, al obrar según su tendencia, está obrando "humanamente"; de ahí que definamos la acción humana como aquella que de forma consciente y voluntaria se realiza con la intención de alcanzar un fin. El trabajo es acción humana que el hombre realiza gracias a su facultad de elegir. Al ser amplias las opciones y tenerse que formar para obtener una capacidad responsable de saber qué es lo que quiere y ser consecuente con esa elección, se convierte en un ser libre. La libertad, entendida como el poder de definir y dominar los propios actos y la capacidad de proponerse tareas y realizarlas, nos conduce a aceptarla como un acto libre en el que entran en juego dos capacidades humanas: la inteligencia y la voluntad, de tal modo que cuanto más aumentan estas capacidades proporcionalmente nos convertimos más en seres humanos. Por tanto, si es un proceso progresivo, el hombre necesita un periodo de formación continuo, porque no nacemos libres, sino que nos hacemos libres si desde nuestro ambiente familiar y en un futuro proceso de formación continua vivimos o se nos ofertan distintas alternativas sobre las que analizando sus consecuencias deliberamos y posteriormente nos decidimos por una. Cuando hemos sido capaces de tomar una opción libre y voluntariamente y somos conscientes de sus resultados es cuando podemos considerarnos libres. Tenemos que ser conscientes de que no somos seres absolutos y por lo tanto nuestras capacidades tienen ciertos límites que condicionan la libertad, como los físicos, psicológicos y sociales. Esto quiere decir que cada individuo debe desarrollar su libertad en relación a su contexto y además tener en cuenta que el hecho de ser libre para intentar esto o lo otro no significa necesariamente que lo vaya a lograr. También supone una renuncia si en una opción determinada escogemos esto o rechazamos aquello sobrepesando un valor determinado. Por otra parte, nos debemos considerar responsables de nuestros actos y responder, por tanto, de ellos ante los demás en la medida que estos les afecten. Los conceptos de libertad y responsabilidad son inseparables. Libertad, finalmente, es la negación de la espontaneidad al convertirse en el dominio de la razón y de la voluntad. A lo largo de su historia el hombre ha ido alcanzando ciertas cotas de libertad, pero nunca mayoritariamente ni en el sentido reflejado anteriormente. Los avances tecnológicos, puestos en manos del poder ilimitado que caracteriza al ser humano, nos han hecho avanzar en los últimos años más que en siglos de revueltas y conquistas por esa lucha por el poder que nunca tuvo en cuenta la libertad del individuo. Fue precisamente tras un luctuoso hecho de abuso de poder como la Segunda Guerra Mundial cuando el hombre empieza a darse cuenta de las dimensiones trágicas que este poder, mal llevado, puede traer a la humanidad tras los detenidos, deportados y asesinados por raza, credo o idea y las consecuencias que trajo. En la lucha por la consecución de los derechos humanos se debate el hombre en su presente. Ahora los tenemos definidos, están reconocidos teóricamente por la mayoría de los mandatarios; disponen de foro donde poder ser denunciadas sus violaciones. En el transfondo siempre quedarán las limitaciones humanas, como deseos de poder, falta de preparación, injusticias sociales..., que son injusticias humanas, manchas en la piel de un planeta que dominado por el hombre será imperfecto como él y que sólo con las reflexiones anteriormente citadas sobre la preparación del hombre, primero consigo mismo y luego con los demás, contribuirán a que de forma progresiva evitemos las contradicciones actuales.

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